Ella es un misterio de seda, un escándalo de tejados no apto para propensos a
marearse en las alturas.
Verla comer con apetito de náufrago, oírla reír o gemir como mil primaveras,
saborearla hasta el exceso.
Tocar, de su misterio, el terciopelo.
O que te mire como ella mira, te vea guapo y se te borren de la cara todas las
derrotas reales o imaginarias.
Cuando se agarra a mí como a un tablón en alta mar. Y en realidad me está
salvando.
No sé por qué le llaman polvo, si con ella es luz y fuego y aire, y la tierra queda
siempre tan abajo.
Ella está hecha de un material tan especial, que te cambia la
vida cuando la tocas.
Abrazarla desnuda es como bailar en el aire, sin más música que la que vamos
improvisando al respirarnos.
Abrazarla, desnuda, es remar contra el tiempo y ganarle.
Ella tiene un sólo defecto: Yo.
Y hasta eso le queda bien.
Hago míos estos versos de Carlos Salem por motivos evidentes.
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